Mariasun Landa: «Creo que en Literatura Infantil y Juvenil se puede hablar de todo, la cuestión es cómo». (2004). Primeras noticias. Revista de literatura, 202, 39-42.
Mariasun Landa ha recibido el premio Nacional de Literatura Infantil 2003 por su obra Krokodiloa ohe azpian (Un cocodrilo bajo la cama), publicada por la editorial SM. Esta es la primera vez que una obra editada originariamente en lengua vasca gana esta distinción otorgada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Mariasun Landa nació en rentería, en junio de 1949. Ya de muy joven tuvo clara vocación de escritora pero antes de comenzar a publicar, se licenció en Filosofía y Letras en París. Cuando regresó al País Vasco decidió aprender el euskera para poder trabajar de maestra en las Ikastolas. A partir de esta experiencia, adoptó la lengua vasca como su idioma de escritura.
Desde hace tiempo, colabora en diversas revistas y periódicos vascos, aunque es más conocida por su actividad en la literatura infantil y juvenil. Muchas de sus obras han sido traducidas a varios idiomas.
¿Qué lecturas le impactaron más en su infancia y juventud?
Pertenezco a una generación que distinguíamos perfectamente las lecturas del colegio de aquellas que, casi transgresoramente, leíamos con fruición: La isla del tesoro, Las aventuras de Tom Sawyer, Mujercitas, El diario de Ana Frank, La vida sale al encuentro… una lista heterogénea, caótica, resultado de un trasiego casi clandestino de búsqueda de emociones, aventuras y formación sentimental. Supongo que, casi inconscientemente, La Biblia está en el comienzo de todo. Sobre todo el Antiguo Testamento, todas aquellas historias terribles y fantásticas que nos enseñaban en el colegio bajo el nombre de Historia Sagrada están también incrustadas en mi imaginación. En fin, supongo que son referencias generacionales.
¿Han tenido alguna influencia en su trabajo como escritora?
Conscientemente, las lecturas de la juventud fueron más importantes, pero, inconscientemente, supongo que las obras a las que he aludido han estado y están presentes en mí: esa emoción lectora que una sintió tan apasionadamente es la que, más tarde, una pretende procurar a los otros. Creo que una sólo se enamora de personajes literarios cuando es niña o adolescente, y yo fui muy enamoradiza.
¿Cómo se plantea el proceso creativo de cada nuevo libro? ¿Tiene hábitos o pautas que la ayuden en su trabajo?
Acostumbro a responder a esta pregunta tan compleja de la génesis del proceso creativo con una alusión al binomio luz/oscuridad. Me explico: reconozco haber escrito libros desde la luz, desde la consciencia de los receptores a los que iban dirigidos, libros donde el humor, la fantasía, la aventura estaban al servicio de una historia que quería contar. Otras veces, en cambio, las narraciones han surgido de esas instancias interiores más oscuras, más inconscientes. Me refiero a la forma en que la literatura en general y la literatura infantil en particular, puede vehicular, a veces, aquello que el escritor ignora de sí mismo pero que lo habita. Al principio, sólo me interesa la historia que se me ha ocurrido, emprendo un camino, más intuitivo que programado que, a veces, cuaja y otras no. Es un proceso de tanteos, de descubrimientos, intentando huir de lo estereotipado, proponiéndome a mí misma pequeños nuevos retos, imaginativos e estilísticos. A veces la aventura termina bien y otras no, por supuesto.
¿Relee y retoca sus libros una vez escritos?
No, releo muy poco mis libros. Mi impresión es siempre de extrañeza, de algo que se desprendió de mí y sigue su vida independientemente de la mía. Alguna vez, en algún caso de reedición, he retocado algún libro escrito hace tiempo, pero, en general, es una labor ingrata aunque merezca la pena. A una, siempre, lo que le gusta es escribir cosas nuevas.
Kokrodiloa ohe azpian (Un cocodrilo bajo la cama) ha sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2003. ¿Qué ha significado para usted ese galardón?
Sin duda, una satisfacción. Es un texto que ha convivido conmigo mucho tiempo, que me planetó serias dificultades y dudas en su génesis, pero que no ha visto la luz hasta que he estado muy segura de él.Sabía que no era convencional, que etaba alejado de lo que actualmente se estila, así que el premio le ha facilitado la vida editorial. Personalmente, el hecho de que fuera la primera obra en euskera galardonada con ese premio también me dio mucha alegría ya que, en cierta forma, la LIJ en esukera salía de la invisibilidad. Una alegría que tuve la suerte de compartirla con mucha gente, toda aquella que sabe que en esta lengua minoritaria y minorizada, se están haciendo cosas muy interesantes, que merecen la pena que sean conocidas y reconocidas.
Sus primeros pasos como escritora en lengua vasca surgieron a partir de la necesidad de crear materiales adecuados para ser utilizados en las ikastolas. ¿Qué recuerdos tiene de ese periodo?
Hace ya más de veinticinco años que publiqué mi primer libro de cuentos para niños. Nada en mi trayectoria anterior presagiaba que mi obra literaria fuera dirigida al mundo infantil, ni mis lecturas, ni mis estudios de Filosofía fura, como se le llamaba entonces, en el París post mayo 68, ni – por supuesto- mis ambiciones literarias juveniles. El regreso al País Vasco en 1973 y mi compromiso personal de aprender el euskera me hicieron escribir mis primeros cuentos infantiles con el objetivo de dotar a mis alumnos y alumnas de material literario en euskera y me adentró con asombro y entusiasmo en el continente, desconocido y marginado por el Canon oficial, de una Literatura Infantil moderna que me resultó una verdadera caja de sorpresas: Gianni Rodari, Christine Nostlinger, Maria Gripe, Michel Ende, Roald Dahl… Con los años, mi interés ha ido reculando hacia atrás, hacia los llamados clásicos, hacia la literatura de tradición oral, como quien va cabando un agujero que gana y se amplía cuanto mñas se ahonda en él.
¿Ha cambiado mucho la literatura infantil y juvenil en euskera desde entonces hasta ahora? ¿En qué sentido?
La Literatura Infantil y Juvenil en euskera ha conocido un verdadero boom en apenas veinticinco años. Es un fenómeno que hay que relacionarlo con el estado de la lengua vasca, cuyo proceso de unificación es muy reciente, con el estado de las autonomías, la escolarización en euskera, la existencia de un lectorado y un «hábeas» de autores y obras literarias que, en breve tiempo, han dado un gran salto a la modernidad. De todas formas, en el caso del euskera, el retraso de la tradición literaria escrita estaba, en cierta forma, compensada por una riquísima tradición literaria oral.
A la militancia le ha sucedido una cierta «naturalidad» a la hora de escribir en euskera, síntoma de normalziación y -como está pasando en otros lugares- ahora se habla de un cierto exceso en la producción, de confusión a la hora de valorarla… Priorizar la cantidad a la calidad puede ser muy peligroso. En cuanto a los géneros, la poesía ha conocido, esto súltimos años, una revitalización interesantísima; el teatro, en cambio, sigue siendo una gran asignatura pendiente…
La novela premiada reflexiona sobre un tema tan «adulto» como es la depresión. ¿Cualquier temática es apropiada para ser tratada en la literatura infantil y juvenil?
Como he dicho anteriormente, la necesidad o el deseo de escribir una historia que se me ha ocurrido es anterior a la idea del destinatario. Una vez que considero que la historia se sostiene, que pasa mi propia autocensura, trabajo de otra forma, pienso más en el receptor. Yo creo que en Literatura Infantil y Juvenil se puede hablar de todo, la cuestión es cómo. Efectivamente, Krokodiloa ohe azpian (Un cocodrilo bajo la cama), tiene muchas lecturas que dependen de la competencia lingüística y literaria del lector. La angustia, la soledad, la depresión tratados con humor, de forma ágil, intensa, lineal, creo que puede ser muy apreciada por los lectores juveniles, que como nosotros, los adultos, también manifiestan los síntomas de lo que se ha llamado «el mal de nuestro tiempo». Yo pretendía contar una historia que hablase de la angustia, del aislamiento afectivo, de la depresión… pero con un humor o un registro paródico que le lector no pudiera dejar de sonrir, de reconocerse, de una forma u otra, en todo lo que se cuenta, reconocerse y reírse de sí mismo… al mismo tiempo que se le ofrece una salida esperanzadora. La angustia, el cocodrilo, está y seguirá estando bajo nuestras camas siempre. Nos tenemos que hacer amigos de él y también… ¡comprender a los cocodrilos de los demás, claro!
En Kokrodiloa ohe azpian (Un cocodrilo bajo la cama) podemos apreciar un sentido del humor irónico, segundas lecturas y reflexiones sobre temas e inquietudes actuales que derivan de un realismo crítico. ¿Considera que éstos son rasgos constantes en sus obras? ¿Cómo definiría su literatura?
Suelo comparar una buena narración con un bombón de licor, esos que te los comes en un segundo y su gusto perdura mucho tiempo. El ritmo narrativo, la intensidad delrelato me obsesionan, por eso mis librosson breves, casi parcos, y cargados de sugerencias y sentimientos. Tanto si escribo para niños como para jóvenes, yo diría que, además de la intensidad, me resulta imprescindible un cierto sentido del humor. Seguramente es el que yo intento aplicar en mi vida, un humor entendido como distanciamiento, como recurso y defensa vital ante una misma y ante tanto horror que, a veces, nos rodea.
Usted ha estudiado filosofía. ¿Ha influenciado este hecho de alguna manera en la temática de sus libros?
Quizás. Yo misma me extraño de lo recurrente que son las alusiones filosóficas en mis cuentos, generalmente, tomadas con humor. de cualquier forma, conscientemente al menos, odio todo tipo de didactismo, moralizante o no. Eso no quiere decir que no tenga mis valores, aquello que soy y en lo que creo, y que transmito, porque si no, la literatura tampoco tendría demasiado interés para mí. Creo, que mñas que didactismo, la sociedad adulta relaciona demasiado la Literatura Infantil con la Pedagogía, entendiendo bajo este término cualquier cosa. Para mí, por ejemplo, un cuento si es un buen cuento es ya pedagógico. Hay otros cuentos que, en nombre de la pedagogía, me parecen muy mal escritos, casi una variante del eterno «instruir deleitando» de Comenius.
Actualmente imparte clases de Literatura Didáctica en la Escuela universitaria de Magisterio de San Sebastián.
Las clases que imparto corresponden al área de Didáctica de la Literatura, que no tiene nada que ver con la Literatura Didáctica. Ha sido un error de información que me está dando mucho quebraderos de cabeza. Es difícil corregirlo, no voy a poner un anuncio en la televisión ¿no? No deja de tener su gracia, de ser paradójica la equivocación… yo que reivindico que la Literatura Infantil no se didáctica…
¿Sus opiniones como escritora sobre literatura infantil y juvenil repercuten en sus clases? ¿De qué forma?
Como profesora, siempre he pensado que es mucho más importante lo que transmites que lo que dices. En clase trato de transmitir estima, interés y curiosidad por la asignatura de Literatura Infantil y Juvenil que imparto. Les mando leer libros clásicos, compararlos con las versiones que ellos conocían, descubrir los autores modernos,… También les hablo de otras problemáticas que sólo podría hacerlo como escritora: los pros y contras de que la Literatura Infantil y Juvenil se vehicule en colecciones, si son o no una especie de encajonamiento prefijado de la literatura; la cuestión de las adaptaciones, la responsabilidad que ellos -futuros maestros y maestras- tienen hoy en día al ser los mediadores entre lo libros y los niños… Lo debatimos, yo les digo mi opinión, pero siempre insisto en que ellos tienen que tener la suya, que puede no coincidir con la mía. En fin, creo que, al menos, consigo que terminen el curso con la sensación de que la Literatura Infantil es un continente desconocido que hay que seguir descubriendo.