Sala, T. (2000). «Haur eta Gazte Literatura onak ez du heldua aspertzen». Euskonews & Media, 98, 3-10.
https://www.euskonews.eus/0098zbk/elkar9801es.html
Mariasun Landa nació en Rentería, en junio de 1949. Era muy joven cuando escribió sus primeros cuentos y poemas, tan clara tenía su vocación de «escritora», y ya lleva más de veinte años, porque para ella es «un placer». Tras haberse licenciado en Filosofía en París, volver en 1973 a Euskal Herria y euskaldunizarse, ejerció de profesora en la Educación Básica y en IRALE, y en la actualidad imparte clases de Literatura Didáctica en la Facultad de Magisterio de San Sebastián (Euskal Herriko Unibertsitatea-Universidad del País Vasco).
Colabora en diversas revistas y diarios de Euskal Herria, pero si por algo es conocida es por su actividad literaria infantil y juvenil. Ha publicado 222 títulos, muchos de los cuales se hallan traducidos tanto a lenguajes de España (catalán, gallego, castellano) como extranjeros (inglés, francés, griego…). Mariasun Landa, para quien «escribir consiste en saber esta sola», ha recibido numeroso premios, entre los que destacan el Premio Lizardi en 1982, por el cuento Txan fantasma, y el Premio Euskadi de Literatura Infantil y Juvenil en 1991, por Alex. El relato Iholdi, por su parte, entró a formar parte de la Lista de Honor de IBBY. Aunque sus últimas obras «Amona, zure Iholdi» (Ed. Erein) y «Sorgina eta Maisua» (Ed. Elkarlanean) se cataloguen dentro de la literatura infantil y juvenil, su lectura agrada a personas de todas las edades, porque «la literatura y los cuentos no tienen edad».
-¿Qué le indujo a adentrarse en el mundo de la literatura infantil y juvenil?
La literatura me ha gustado siempre, y desde jovencita tenía muy claro que lo que a mí me gustaba era escribir. Luego la vida da muchas vueltas. Estudié Filosofía en París y en 1973 volví a Euskal Herria, y como la única posibilidad de trabajar en euskera era ejerciendo de profesora en las ikastolas, a eso me dediqué. Al no haber material para los alumnos, éramos los profesores los que preparábamos los libros y las asignaturas, así que empecé a inventar y escribir cuentos, para contarlos en clase. Mi vocación principal es, y siempre lo ha sido, la escritura. También solía escribir cuando era estudiante de Filosofía, sobre todo cuentos fantásticos. Lo cierto es que me metí en el tren de la literatura infantil y juvenil casi sin darme cuenta. Desde el punto de vista estilístico y literario, me parece que la infancia es un tema sumo interés, porque hay que contar las emociones y los sentimientos con pocos recursos lingüísticos, de un modo muy simple. Estilísticamente, conseguir esa simplicidad es muy difícil, y la forma adquiere mucha importancia. Es todo un reto literario.
La infancia se puede tratar desde dos ángulos: o bien mediante una literatura dirigida a los adultos, o bien a través de libros y cuentos dirigidos a los niños, que es lo que yo llevo haciendo años y años.
-Sus obras, aun dirigiéndose a un público infantil, tratan temas muy profundos y muestran sentimientos violentos…
Hay una literatura «light», llena de flores y pajaritos, que a mí me parece muy superficial. Mis historias, a veces, son muy duras, pero están narradas de una forma muy sencilla, con una simplicidad que exige grandes esfuerzos.
-Mujer, autora de literatura infantil, que además escribe en euskera. ¿Hasta qué punto le han supuesto esta carga estas características?
Todavía hoy en día el mero hecho de ser mujer implica que en determinadas circunstancias sociales te consideren inferior. Además, la literatura infantil, para muchos, es una especie de «subliteratura». Y, respecto al euskera, en Euskal Herria hay una marcada diferencia. Resulta que a nivel estatal o europeo el mundo de la literatura infantil y juvenil está repleto de mujeres, ya sean editoras, consejeras o escritoras. La mujer y el niño están muy próximos el uno del otro, conque la presencia de la mujer en este tipo de literatura es de lo más normal, pero en Euskal Herria, paradójicamente, estamos muy pocas mujeres.
Los años que pasé de profesora en la ikastola fueron muy productivos y revolucionarios. Había muchísimas profesoras, encantadoras todas, que no paraban de trabajar, pero siempre me he preguntado por qué no trataron de abrirse camino en el mundo de la literatura. Sería un buen tema de investigación: mujeres que trabajaron, y mucho, pero que no hacían nada por mostrar su trabajo.
-¿Qué cambios ha percibido durante los años que lleva dedicada a la escritura?
En Euskal Herria queda mucho por hacer en la literatura infantil y juvenil: más literatura, con jerga juvenil, porque los jóvenes casi siempre terminan hablando en castellano. La producción ha estado muy desequilibrada: ha habido mucha narrativa, poca poesía, y poquísimo teatro infantil… Eso lo resaltamos en los todos Congresos. A pesar de todo, los que tuvimos ocasión de conocer la situación de hace veinte años nos damos cuenta de que también ha habido mejoras, porque en 1974 no había una literatura infantil y juvenil en euskera. En muy poco tiempo se ha escrito y traducido muchísimo, y creo que hemos llegado al nivel que presenta el resto.
-Personalmente, ¿qué diferencias ha notado entre sus obras «Amets Uhinak» (1982) y «Amona, zure Iholdi» (2000)?
Amets Uhinak es una recopilación de los cuentos que escribí en la ikastola. Contiene todo tipo de historias: de terror, de fantasía, intimistas… Ahora, cuando lo cojo entre manos, me parece bastante imperfecto, aunque fresco, porque lo escribí sin pensar demasiado. Creo que con los años me he vuelto más exigente. Con el tiempo he ido definiendo mi estilo, decidiendo cuales son los temas y las voces narrativas que más me gustan. A veces creo que hoy tengo mucho más oficio pero que me falta esa frescura que había en Amets Uhinak. El crítico más severo que tengo soy yo misma, aunque también tengo más experiencia. El libro Txan fantasma, en el que trataba el autismo a través de la historia de una chica solitaria, fue traducido al catalán y al castellano, porque era una historia revolucionaria y novedosa, y me abrió muchas puertas. Nunca me han gustado los libros rosas infantiles, llenos de flores y caramelos, la barata literatura «light». Los niños son pequeños, pero no son tontos, son serios. Y si las emociones más violentas se viven durante la niñez, ¿por qué no hablarles de ellas? A través de la literatura se puede tratar cualquier tema. Los niños sienten amor, sienten odio, cualquier cosa, pero el drama de la infancia es que no pueden hablar sobre sus sentimientos.
La literatura infantil y juvenil puede tratar cualquier tema, pero siempre bajo una forma cuidada y elaborada. En Txan fantasma, por ejemplo, traté el problema del autismo a través de un pequeño fantasma. Ése es el reto de la literatura infantil: tratar temas serios con una forma estilística elaborada. La buena literatura infantil y juvenil no aburre al adulto. El adulto se aburre cuando lee una historia cursi. Y siempre he tenido muy claro que es mejor callar que contar una historia cursi. Otra cosa es jugar con lo absurdo y con la fantasía, o contar una historia de aventuras.
-¿Cómo empieza a hilar una historia? ¿Cuál es su fuente de inspiración?
Cuando en mi interior se crea una especie de historia, escribo unas cuantas páginas, normalmente muy agradables y lúdicas. Luego, hay historias que meto en un cajón y que no salen de ahí, pero hay otras a las que dedico más atención y que terminarán publicándose. Es entonces cuando me surgen las preguntas: ¿es buena la historia? ¿es adecuado el lenguaje que estoy empleando?… Aunque eso pasa en la segunda fase. La primera fase tiene lugar en mi interior, cuando siento la necesidad o el placer de contar una historia. Y luego hay que tener en cuenta al niño. Yo soy incapaz de escribir por encargo. No puedo, por ejemplo, escribir para los niños de diez años sobre un tema medioambiental. En esos casos mi respuesta es que no.
-¿Un escritor nace o se hace?
Yo creo que en esta vida hay pocas cosas que son así de nacimiento. A mí me resulta muy difícil decir que una persona es escritora por haber nacido así. Ahí hay otro factor que no he explorado demasiado, que es «el talento». Sí me parece que hay que tener una cierta sensibilidad, una percepción especial del mundo, que adquiere diversas formas: la música, la pintura, la literatura… Seguro que hay muchas personas que no han desarrollado su talento. Pero es que hay que desarrollarlo. El escritor tiene que ser muy cabezota: tiene que sentarse frente al ordenador, darle vueltas y más vueltas al texto, escribir, pensar, revisar el texto una y otra vez, volver a leerlo, corregirlo por aquí y por allá… Es mucho trabajo. El escritor tiene que tener talento (que viene a ser una sensibilidad especial), y trabajar mucho. Es un trabajo muy solitario, que exige mucha disciplina. Escribir es saber estar solo, algo que a nadie le resulta fácil.
-¿En qué medida es una escritora disciplinada?
Yo soy muy indisciplinada. La disciplina me la imponen en la universidad. Desgraciadamente, no tengo un horario fijo: trabajo que si por la noche, otro día a la mañana, luego un montón de horas, más tarde no trabajo nada, porque no se me ocurre ninguna idea… Así es como funciono. Seré indisciplinada, pero cabezota. Bernardo Atxaga me comentó que él trabaja por fechas. Yo odio las fechas, no me gusta estar atada.
-¿Ha pensado en escribir para los adultos?
Para los adultos escribo artículos y crónicas. Pero como la literatura es un campo muy amplio, no voy a cerrar las puertas a la posibilidad de escribir para los adultos. Aunque lo que me gusta es escribir lo que me apetezca. Puede que escriba una autobiografía sobre los años que pasé en París, pero no por escribir para los adultos, sino porque me apetece hacerlo. La frontera entre la literatura infantil y juvenil y la adulta no siempre es clara. La buena literatura no tiene edad. Pinocchio, por ejemplo, ¿por qué no es literatura adulta? Los límites son muy relativos. A los adultos les encanta «Alicia en el País de las Maravillas» y «El Principito».
Tengo la impresión de que con los niños somos demasiado didácticos. Siempre queremos enseñarles algo, y eso, para la literatura, es perjudicial. Los niños enseguida se dan cuenta de cuándo un envoltorio contiene una aspirina y cuándo un caramelo.
-¿La reconocen los niños por la calle?
La verdad es que tengo unas anécdotas muy bonitas. Pero en la literatura infantil y juvenil el escritor no se rodea de demasiado glamour. A los niños normalmente no les interesa demasiado quién ha escrito tal libro; lo que les interesa es el cuento en sí, o la colección. Tengo un pequeño club de fans, pero bueno…
-Supongo que le resultará grato…
Sí, pero creo que la verdadera alegría, la auténtica, hay que buscarla en el interior de uno mismo, mediante la autocrítica.
-Es muy exigente consigo misma…
Bueno, me resulta muy difícil quedar satisfecha con lo que he hecho, tanto en la vida como en la literatura. Siempre me exijo más. Aunque me agrade lo que haya escrito, con frecuencia pienso que podía haberlo hecho mejor.