«Los microrrelatos son como los bombones de licor: breves, te los comes enseguida y su gusto perdura en el tiempo»

F. Garayoa, F. (2014, 16 de mayo). «Los microrrelatos son como los bombones de licor: breves, te los comes enseguida y su gusto perdura en el tiempo». Diario de Noticias. https://www.noticiasdenavarra.com/cultura/2014/05/16/microrrelatos-son-bombones-licor-breves-3000811.html

Pamplona – «Este es un diccionario invadido por hormigas. Se lo comieron todo y luego se instalaron. Ya no sirve para consultar palabras o aplicarlas. Ni para que hojas y flores se sequen entre sus páginas. Ni guardar cartas de amor. Ni mucho menos dinero B. Puede espantar alguna mosca latosa. Hacer de posavasos. Nivelar la pata de la mesa. O ser usado como abanico urgente. Tampoco es un diccionario venido a menos porque nunca estuvo arriba».

De esta forma tan eficaz, irónica, divertida y sagaz presenta la propia Mariasun Landa su Diccionario de hormigas. Un libro plagado de microrrelatos engañosos… en el sentido de que bajo su aparente sencillez esconden dobleces que son los que realmente dan sentido y vida a esas particulares hormigas que, curiosamente, se parecen muchísimo a los humanos actuales.

Cada entrada de este Diccionario de hormigas daría al menos para una pregunta, algo imposible de abarcar en una sola entrevista, así que, abusando de su poder de concreción, si todos estos mandamientos, que no lo son, se resumieran en dos, serían…

-Y si te contestara con una comparación… Para mí, un microrrelato es como un bombón de licor: breve, te lo comes enseguida y su gusto perdura en el tiempo. A esto le podemos poner otros nombres como economía del lenguaje, humor y, por supuesto, una actitud del lector que es mucho más activa de la que, por ejemplo, tiene cuando se enfrenta a una novela. Es decir, debajo de lo que se cuenta hay mucho, lo que significa que el actor-lector tiene que mirar debajo del texto.

Precisamente, el humor es una de sus armas fundamentales para describir este particular hormiguero, pero, ¿cómo se desenvuelve cuando juega con la filosofía, algo que también ocurre habitualmente en muchos de los episodios?

-Supongo que responde en realidad a ciertas características de mi personalidad. Aunque yo no he ejercido como profesora de Filosofía, es la carrera que hice, por lo que me salen ciertos ramalazos de reflexión sobre el famoso quién soy, de dónde venimos, a dónde vamos… Simplemente es un espíritu más existencialista ante la vida, la brevedad del tiempo y su existencia tan corrosiva o lo poco que somos en el mundo y la naturaleza. Y, luego, lo del humor, pues es pura autodefensa total frente a la realidad y frente a todo aquello que nos duele, algo que creo es muy propio del género humano. Pero no se trata de un humor de carcajada o del chiste fácil, sino más bien de la sonrisa, de la paradoja y la ironía… Porque tampoco me gusta ese humor corrosivo, que hiere y se mete con los demás, yo siempre digo que la primera que se ríe de sí misma soy yo, y si de paso hay alguien más que se identifica, pues estupendo.

La primera entrada del libro te da de forma brutal en la frente ya que es una de las más duras y cercanas a los días que corren: un relato en el que frente al pensamiento y la propuesta social la reina de las hormigas es tajante: «Hay que matar a la idea».

-Cortar la cabeza, sí. En este sentido, creo que otra característica de los microrrelatos es la intertextualidad hasta llegar incluso a la metaliteratura, en cierta forma, o a ciertas referencias postculturales. Yo, al escribir esto tenía en mente a la Reina de Corazones de Alicia en el país de las Maravillas, aquella que gritaba eso de: «¡Que le corten la cabeza!». De esta forma, el lector o lectora que intuye esto, pues muy bien; y el que no, pues también, porque se queda con el hecho de cortar la idea. Lo que precisamente hace diferentes a estos textos, frente a otros tratamientos que he dado a mis narraciones infantiles y juveniles, es el humor y las connotaciones culturales. De esta forma es posible que el lector se quede perplejo frente a textos aparentemente sencillos porque se ve obligado a mirar por debajo, lo que le llevará a darse cuenta de que están interrelacionados o te llevan a otros textos, que bien puede ser las fábulas de Esopo o Lafontaine o los textos de Augusto Monterroso. Es decir, la frase «cuando el dinosaurio despertó, las hormigas seguían allí», a los que conozcan a Monterroso les hará gracia; el resto se quedará perplejo.

Otra de las entradas más sorprendentes es la que hace referencia a la inspiración, ya que ésta, como si fuera una lacra, se convierte en motivo de expulsión del hormiguero, ¿por qué?

-Con el tiempo he sido consciente de que el gran castigo que se inflige a la individualidad, porque en el fondo cada hormiga tiene un movimiento individualista, es que se le niega la pertenencia al grupo, y se queda fuera del hormiguero. Eso es algo terrorífico. En este sentido, el arte nos lleva siempre a una afirmación personal e individual, la que sea, acertada o no. Y la inspiración representa ese movimiento del arte, es la autoafirmación trasladada a un hormiguero que tiene mucho de organización social tiránica y en el que nadie puede hacer lo que no estrictamente previsto… Por ahí iban mis tiros. Aunque tampoco es algo que pensara mucho, son cosas que me salen y luego es cuando reflexiono sobre ellas.

Lo que está claro es la evidentísima comparación entre se hormiguero al que ha dado vida literaria y la sociedad actual, solo que sus hormigas son muy rebeldes, ya que casi en cada relato hay una que se destaca por pensar…

-Pero así es la realidad, ya que todos, en algún momento de nuestra vida habremos tenido una acto voluntario y hemos querido hacer algo que contravenía todas las normas; normas que nos ha impuesto el colectivo. Y luego llega también el autoengaño, ya que si no lo consigues o no lo haces, te autoengañas… Es decir, no has conseguido ver unas jirafas pero has visto unas grúas amarillas gigantes (risas). O como esa naturista, que piensa que comiendo zanahoria en lugar de carne no se va a morir, pero el caso es que se muere y de la forma más anodina, aplastada por una vaca (risas).

…Y también sufren cuestiones muy humanas como las modas y el fútbol…

-Y el amor, y el desamor, y no hay ley del divorcio…

E incluso cuentan con una hormiga cura que predica la igualdad entre todos los insectos excepto con las termitas, ya que tuvo una novia termita cuando estuvo de misionero en África. La realidad, esa gran amiga de la ficción.

-Ese es uno de los relatos que a mí me hace más gracia… Todos somos pacifistas y antiracistas pero hay cosas que no me puedes tocar… La verdad es que me divertí escribiéndolo, algo que también es muy importante en la literatura: el sentido lúdico, que el propio autor se lo pase bien. En ocasiones, tras escribir, te preguntas si realmente merece la pena. Y en este caso, como autoafirmación de pequeña hormiguita que soy, estoy contenta.

Volviendo al amor y al desamor, además de motor de la vida, en este hormiguero provoca una debacle demográfica, ¿qué nos quiere decir?

-Es una ironía, sin más, que hace referencia a que las lagrimitas de una hormiga, que deben ser minúsculas ya que son de insecto minúsculo, son capaces de dar lugar a una gran laguna en la que se ahogan muchas otras hormigas.

El fútbol, para sus hormigas, ¿también se convierte en ese peligroso animal de compañía capaz de eclipsar el sueño de una sociedad abierta y concienciada?

-Sí, esto sucede hasta en los hormigueros (risas). El caso es que montan una rueda de prensa en el hormiguero para contar algo muy importante, pero no acude nadie. ¡Cómo va a ir alguien si al mismo tiempo los topos juega un partido! ¡No se puede ni comparar! No hace falta más que echar un ojo a nuestra televisión, te quitan y te ponen programas en función del fútbol, que es lo que va a misa.

En otro orden de cosas, y de entradas, su álter ego hormiga afirma que ya no se lleva la autobiografía sino la autoficción, ¿por qué?

-En 2007 publiqué una autobiografía del primer año (1968) de los cuatro que pasé en París estudiando la carrera. En esta autobiografía se da un pacto implícito entre el autor y el lector en el que tú le puedes contar la verdad o tu verdad, pero el lector piensa que es la verdad. Y yo puedo asegurar que, bajo mi prisma, todo lo que cuento es verdad. Pero es que está tan de moda la autoficción que cuando Vila-Matas, en su autobiografía, cuenta que nada más llegar a París es Marguerite Duras la que le alquila un estudio… no sabes si es autoficción o verdad. Y es que la autoficción le da al escritor infinidad de posibilidades, ya que no solo contamos la vida propia sino la soñada.

El libro recoge numerosas y acertadas sentencias pero quizá una destaca especialmente: «¡Vive y calla!»

-La verdad es que a mí también me gusta mucho. Es como la hormiguita recién nacida que llega a este mundo, que no hace si no preguntar todo el rato, quiere cambiarlo todo, no le gusta nada… Luego ya, con el tiempo, prima el mensaje colectivo de vive y calla, y si te vas haciendo viejo, prepara el buen morir.

Mariasun Landa. Radicada en San Sebastián, licenciada en Filosofía y Letras, es Profesora Titular de Didáctica de la Literatura en la Escuela del Profesorado de Donostia, Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Ha colaborado en numerosas revistas y periódicos, pero su labor creativa se ha centrado, sobre todo, en la literatura infantil y juvenil. Autora de una treintena de títulos, gran parte de su obra ha sido traducida más de una decena de idiomas. Sus obras han sido acreedoras de galardones como el Premio Lizardi en 1982, el Premio Euskadi en 1991, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2003 o el Premio Dabilen Elea en 2011. Además, Mariasun Landa es miembro de Número de Jakiunde (Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras de Euskal Herria).