Velez de Mendizabal Azkarraga, J. M. (2008). Elkarrizketa. Mariasun Landa. Escritora: La utopía es el motor de la historia y en aquel mayo del 68 nosotros conocimos eso. Euskonews, 459.
https://www.euskonews.eus/0459zbk/elkar_es.html
Traducido por: Belaxe. Itzulpen zerbitzua.
Nuestro semanario Euskonews cumple su décimo aniversario en 2008. Por ello y dentro de un programa de actividades más amplio, mensualmente y hasta diciembre iremos publicando una entrevista especial con un personaje significativo de la historia de nuestro país en los últimos años. Se trata del mejor regalo que podemos hacer a nuestros miles de lectores semanales.
Mariasun Landa es uno de los valores más representativos de la literatura vasca. Una escritora comprometida con su sociedad que ha destacado con maestría en la literatura infantil y cuyas creaciones en euskara han sido traducidas a muchos idiomas. No hay una casa vasca en la que no haya algún libro de Mariasun Landa.
Desde mi punto de vista Mariasun Landa ha logrado un nivel jamás alcanzado por las mujeres escritoras vascas…
Me extraña un poco lo que dices, porque yo no me siento así. Al menos, no soy muy consciente de ello y tampoco quisiera resultar modesta. A mí me parece que desde que aprendí euskara he utilizado, de la forma en que he podido, las herramientas lingüísticas que tenía a mi alcance, y que en literatura infantil he dado algunos frutos que puede que sean conocidos fuera de aquí. De todas formas, si he decir la verdad, para mí el camino de la literatura tiene que ser un camino de riesgos, y cuando he publicado La fiesta en la habitación de al lado, una narración autobiográfica, en castellano lo he hecho porque pienso que, como autor literario, tengo muchísimo trabajo por hacer. Por lo tanto, no me siento en absoluto como alguien que haya llegado a la cima. Al contrario, yo diría que estoy continuamente a la búsqueda de nuevos caminos, y con este nuevo libro no he notado demasiado el paso del ámbito de una literatura juvenil a una literatura para adultos, sino más bien la falta de oficio y habilidad para pasar de narraciones breves a trabajos largos. En este tránsito me he movido con dificultad, trabajando mucho, y he aprendido conscientemente. Por lo tanto, esa frase pomposa puede resultarme agradable, pero, al mismo tiempo, yo no siento eso en mi interior.
De acuerdo, pero los que podemos apreciar desde fuera tenemos esa sensación. El Everest tiene unos 8.000 metros y usted ha llegado a los 6.000… mientras que las demás escritoras en euskara se encuentran a unos 4.000 metros. Por ahora, al menos, está por encima.
Piensa que el ámbito en el que yo trabajo, es decir, la literatura infantil y juvenil, para algunos no es más que una literatura de segunda fila. Para los que creen en la verdadera literatura, no; ahí están los clásicos de la literatura infantil y juvenil, en la base misma de la literatura general: Stevenson, Lewis Carroll, Carlo Collodi y demás. Aunque se trate de grandes libros, según el canon o en términos de literatura general, todo esto es de segunda categoría y de eso somos conscientes los autores de literatura infantil.
Ha mencionado sus comienzos y quisiera comentarle que nacimos el mismo año y por lo que he leído usted aprendió el euskara a los 24 años, mientras que a mí me tocó a los 21…
Son las señas de nuestra generación, ¿no es así?
Eso es. Y no sé si a usted le ocurrió como a mí, y empezó a escribir para compensar de alguna manera las carencias que apreciábamos en la literatura…
En mi caso yo diría que sí, que empecé a escribir en euskara por las carencias que veía. La escritura, de por sí, lo de ser escritora, me viene de mucho antes. Yo quería ser escritora desde muy joven y no diré que fuera cosa que todo el mundo supiera, pues ése era mi secreto, y los estudios de filosofía que hice en París lo fueron en gran medida para luego ser escritora.
Tras vivir cuatro años en París, quise curar la herida que desde hacía tiempo arrastraba con el euskara, y una vez aquí entré en el mundo de las ikastolas. No en una ikastola de ahora, ya que entonces, en 1974, eran otra cosa. Eran los comienzos y entré para aprender euskara y después —junto con el aprendizaje del euskara— me di cuenta de que en el mundo del euskara y en este mundo de las ikastolas había algunas carencias manifiestas. Mis alumnos de entonces —de 6, 7, 8 años— no tenían libros de lectura y esa afición por la literatura que ya traía de antes… me convirtió en escritora vasca.
Es cierto, por lo tanto, que en gran medida empecé a escribir en euskara por las razones que usted ha apuntado, para compensar las carencias que había. Pero la escritura me viene de mucho antes y además, por ejemplo, si hoy este libro lo he escrito en castellano principalmente ha sido por esa razón. En esta “narración autobiográfica”, todo se refiere al tiempo en que no sabía euskara y, por lo tanto, el lector observará que yo antes de aprender euskara había leído y escrito mucho, tanto en castellano como en francés. Por eso me hice escritora vasca, sí, por las necesidades que antes mencionabas. Por otra parte, también porque nos posicionábamos, y nos posicionamos, en el entorno de un determinado proyecto cultural, ¿no? Se trata del mundo del euskara, de la construcción de la cultura vasca… pero lo de ser escritora me viene de mucho antes.
¿Conserva algún trabajo de entonces?
Sí, sí, claro. Recuerdo que me presenté a un concurso que convocaba la Biblioteca de Donostia, y gané el premio para jóvenes con un cuento en castellano. Tuve otro más en Bera, hacia 1970. Y en francés también escribí bastante por aquella época. Era joven y a esa edad lo que más suele gustarnos es la poesía, y aunque ahora me dé un poco de vergüenza decirlo, escribía poemas y textos poéticos. En castellano…
¿Recuperaría esos textos?
Mucho de lo que escribo hoy día acaba en la papelera. Pero los papeles que tienen unos años me imponen más respeto y esos los guardo en casa. Cuando descubro un papel escrito por mí hace treinta años, lo guardo.
¿Se los podría incluir en una antología?
No, no lo permitiría.
Todos sabemos que la escritura es un símbolo de libertad y cada uno escoge su estilo, su tiempo e incluso también puede escoger sus lectores. Con respecto al libro que ha mencionado anteriormente, La fiesta en la habitación de al lado, se me ocurre preguntarle: ¿no puede el escritor elegir su idioma?
Yo creo que esa pregunta tiene una sola respuesta: que sí, sin duda alguna. Quiero decir que ponerlo en duda significa no comprender qué es la escritura o el trabajo creativo. Hasta los veinticuatro años yo escribía en castellano y en francés, y aparte de esto no creo que haya que justificar la lengua que toma el escritor para expresarse y contar lo que desea; eso no hay porqué justificarlo, “ça va de soi…” como dicen los franceses, y el que no lo comprende no es escritor, es otra cosa porque pone eso otro por delante de la escritura.
Sobre la elección de lengua en este libro escrito en castellano, ¿ha habido más opiniones a favor o en contra?
Yo sólo sé que mucha gente, tanto vascoparlantes como castellanoparlantes, me comenta cuánto les ha gustado el libro y cómo se identifican con lo dicho en él, y que ya tenían ganas de leer textos de este tipo, pero ha habido quienes han querido polemizar. Sobre esto podemos decir una cosa, que ellos han sido los que han impedido que se hable del libro, de lo que se cuenta en ese libro, si es bueno o malo, si tiene aspectos buenos o malos. Y sin duda alguna, este libro abre un camino en la literatura de aquí, entendida ésta en un sentido amplio. No es el único pero abre un camino nuevo, el correspondiente al género autobiográfico, y eso no deja indiferente a nadie. Un montón de gente me dice que se ha identificado mucho, gente de todo tipo, hombres y mujeres, que siga por ese camino… El libro me ha dado bastantes satisfacciones.
Nos ha dicho que cuando era pequeña quería ser escritora. ¿Qué leía en su niñez?
Nuestra generación es una generación sin televisión; eso es muy conmovedor, ¿no? Imagina: la televisión entró en mi casa cuando tenía 16 años. Entonces, en toda esa época de niñez y juventud nuestra mayor diversión era la lectura, o el cine, las películas que veíamos en aquellos mediocres cines de pueblo. Y sin lugar a dudas, los libros que leía los leía con gran emoción y pasión. Los dos o tres libros que tenían como protagonista a Tom Sawyer, pero sobre todo Las Aventuras de Tom Sawyer. Me identificaba con Tom Sawyer, y lo mismo con El doctor Jekyll y mister Hyde y con Heidi de Spyri. Yo me emociono ahora cuando veo de qué libros bebíamos nuestra parte de literatura; eran malos desde el punto de vista de la edición, apenas tenían ilustraciones y, con todo, qué alegría y qué ganas de leer, ¿no?
Está claro que en nuestra época de críos distinguíamos muy bien entre los libros de la escuela y los que guardábamos para nuestro placer de lectura. En la escuela estaban los canónicos: el Lazarillo, la Celestina, el Quijote… Esos eran los libros de la escuela o los que mandaban para leer, y aparte de todo aquello estaban los demás, los que leíamos clandestinamente. Creo que en muchas familias no veían con muy buenos ojos que nos quedáramos en casa leyendo; eso era una pérdida de tiempo. Entonces, por una parte estaba ese punto de trasgresión, ya que se leían por la noche, en la cama, a escondidas, sobre todo cómics y tebeos; y por otra parte, esas lecturas eran para nosotros una auténtica fuente de placer y satisfacción. Por ese lado, conservo muy buen recuerdo de la lectura de mi juventud y mi niñez.
Relacionado con esto está el porqué una cría como yo dice que leer libros es algo maravilloso. ¿Quién ha escrito así? ¡Entonces yo quiero ser igual! Proporcionar un placer así a los demás, inventando cosas, escribiéndolas y produciendo ilusión en los demás, ése fue el deseo que prendió en mí. Escribir es algo muy barato; no se necesita más que papel y lápiz. Si de pequeña hubiera tenido oportunidad de ser escultora, cineasta o pianista, seguramente, ahora lo sería… ¿Pero si no tienes otra cosa? Papel, lápiz e imaginación… no se necesita más para empezar.
Para los 13 años tenía escritos algunos cuentos, pasados a limpio, con ilustraciones… y además hice un librito así y se lo dediqué a mi hermano, como si fuera mi propio libro.
Antes me preguntabas si guardaba algo. ¡Cómo no iba a guardar! Y todavía hoy me asombro cuando los leo, porque no están nada mal escritos, aunque hoy no escribiría cosas así. Pero… desde el punto de vista de la ortografía, ¡qué bien están! Yo creo que las monjas nos machacaban con la ortografía.
¿Qué libros leía? La Isla del Tesoro, La cabaña del tío Tom, La vida sale al encuentro de Martín Vigil… Y los libros para nosotras, para las chicas: Mujercitas, Heidi, Fabiola. Después dábamos un paso más y venía el libro La Edad Prohibida, con un poco de morbo, ya que no se podía leer hasta haber cumplido los 18 años. A continuación vienen otros más relacionados con la formación de cada uno; recuerdo con emoción cómo leías estos libros, ya que andaba a la búsqueda de mi propio yo. Leía un libro preguntándome a mí misma qué es lo que soy, cómo quiero ser, dónde está el modelo. Recuerdo que había un Diario de Ana María para las chicas y un Diario de Daniel para los chicos. Yo me leí los dos y el siguiente paso en la cadena de competencia literaria solía ser la novela policíaca… hasta encontrarme con la poesía. Con dieciocho años era capaz de leer Bonjour Tristesse de Françoise Sagan o L’étranger de Albert Camus. Para entonces ya tenía bastante capacidad de leer literatura, y esa capacidad literaria no se acaba nunca.
Le ha costado mencionar el nombre de alguna mujer escritora; en esa lista de autores la mayoría son varones. Ha aparecido Françoise Sagan.
Johanna Spyri la autora de Heidi, pero de pequeña… sí, sí.
Con estas excepciones… no parece que hubiera referentes femeninos.
De todas formas, el referente femenino mayor y que me marcó enormemente en mi formación, fue Simone de Beauvoir. La leí con dieciocho años, no lo olvidaré jamás.
¿En español?
¡Sí! Lo sacaron en una editorial sudamericana, ya que por aquella época todavía figuraba en el índice de la iglesia. En Simone de Beauvoir encontré mi modelo, como persona y como escritora. Ese modelo ha tenido gran influencia en mí durante muchos años. No diré que hoy sea así, pero empezando por el libro de ensayos El Segundo Sexo y siguiendo por sus memorias y sus novelas, Simone de Beauvoir ha sido mi referencia mayor durante un largo período de tiempo. Sobre todo, más que como escritora, como mujer. El modelo de mujer que reivindicó en toda su obra.
Ha mencionado algunas escritoras. Y quisiera formular una reflexión: que los niños vascos de hoy la tengan como fuente de sus lecturas es algo bonito. Si preguntara a nuestros jóvenes cuál es la mujer escritora que más les gusta, seguramente responderían: Mariasun Landa. Soy de la opinión de que la literatura vasca ha salido ganando con ello.
Eso es muy agradable de oír, sin duda, pero le voy a decir una cosa: cuando los niños leen un libro no piensan en el autor, no les interesa y apenas recuerdan quién ha escrito el libro; y si lo recuerdan, les parece que el escritor tiene que estar muerto, que no existe. Resulta muy bonito hacer una reunión con niños de vez en cuando… ¡qué sorpresa se llevan! Entonces caen en la cuenta de que hay una mujer detrás de todos esos libros y que esa mujer es bastante corriente, que va vestida con vaqueros y que no está muerta sino que les está hablando.
Después supe que el Tom Swayer lo escribió Mark Twain y me parece que hoy en día sucede lo mismo, y no me parece mal. Posteriormente quizás, cuando crecen, sí; quizás las cosas estén cambiando, sobre todo mediáticamente, y por el peso considerable que comercialmente ha adquirido el libro. Cuando se hace mucha propaganda se llega a conocer a J.K. Rowling, la autora Harry Potter, pero, con todo, yo creo que lo que interesa al niño es más la obra que el autor del libro. Pero, de todas formas, lo acepto…
Ha mencionado París y su estancia allí. París extendió por el mundo una especie de irradiación y parecía que de allí iba a venir una cambio, a mejor, tanto cultural como político, para todo el mundo. En cualquier caso, en mayo se han cumplido 40 años de aquello y en mi opinión las cosas han cambiado bastante desde aquellos predicciones. No sé si para Mariasun, ya que estuvo allí, las cosas han cambiado o han sucedido tal como usted las veía o preveía.
El título de mi libro, La fiesta en la habitación de al lado, también está relacionado con París. Yo llego allí en otoño; para entonces la fiesta se ha acabado, mayo ha pasado. Y estaré allí cuatro años. En este libro solamente se hace referencia al primero y no tiene nada que ver con la movida francesa, por decirlo de alguna forma, sino con la emigración. Me relacioné con emigrantes y con antifranquistas. Con todo, yo siempre me he considerado como fruto y descendiente del 68. ¿Por qué? Porque en esos cuatro años que viví allí, y sobre todo en la universidad, disfruté de los cambios que mayo había traído. Hasta entonces las clases de la universidad eran clases magistrales. Yo acabé todos mis estudios, si no recuerdo mal, sin hacer ningún examen. Esto no quiere decir que no aprendiera y que no trabajara. Entonces supimos todos lo que era la evaluación continua. Qué es lo que era presentar los trabajos ante los demás, una evaluación de los alumnos hecha de otra manera. No fue fácil para mí, puesto que yo venía del mundo de los exámenes y las clases magistrales, el cambio fue enorme.
Le diré, por relacionarlo con mi trabajo docente actual, que sigo evaluando con el mismo método a mis alumnos. Me parece que con respecto a mi disciplina, la literatura claro, éste es el tipo de evaluación más justo que puedo hacer.
Aparte de eso, la revuelta de mayo del 68 fue un rotundo fracaso político. Desde entonces hasta ahora, las cosas han cambiado en el mundo y, desde el punto de vista económico, debido a la influencia de la globalización, no tienen nada que ver entre sí. Pero las mentalidades, las mentes, ésas sí que experimentaron una revolución, porque revolución, grande o pequeña, hubo revolución. Creo que en aquella época estábamos deseando algún cambio; queríamos encontrar otras formas de comunicación, disfrutar de una sexualidad más libre, poner en entredicho la educación o el autoritarismo. Con respecto a la mujer, imagínate: no había anticonceptivos, no había divorcio, es entonces cuando empiezan los movimientos feministas. Y hoy son las jóvenes las que disfrutan de aquellos avances. Fue entonces quizás cuando tomaron forma oportunidades y avances ideológicos de los que en ocasiones nos valemos inconscientemente, y que son la consecuencia de muchas luchas libradas por aquellos años. Yo en ese aspecto, aunque no políticamente, creo que culturalmente tuvo una gran influencia en nuestra generación, en la gente de nuestra edad, y quizás los jóvenes de hoy no comprenden esto como se debiera.
Parece que Sarkozy dice que mejor si se borrara todo eso y se arrojara a la basura. Pero, ¡cuidado! Si dice esto, es porque, en mi opinión, todavía existe una cierta capacidad de utopía en todos nosotros, y cuando digo utopía quiero decir una capacidad de lucha, y este deseo se puede concretar en cualquier momento. Finalmente, el mayo del 68 fue una forma de movimiento utópico que nosotros conocimos, del estilo de tantos que se han dado en la historia. La utopía atrae, porque ha habido muchas utopías en la historia, pero la utopía y la política, claro está, se contraponen. La política es posible en el terreno en que se mueve el posibilismo, el pragmatismo. La utopía, por el contrario, atrae desde el terreno de lo que no es posible. Es el motor de la historia y en aquel mayo del 68, al menos, nosotros conocimos eso. Después la historia da mil vueltas y hoy en día, creo yo, es demasiado fácil reirse de aquello; sobre todo al ver que hoy disfrutamos de algunas consecuencias que entonces rechazábamos. Pero, al menos, algunos logros que me vienen a la cabeza, como mujer y como enseñante, son de aquella época.
¿Eso quiere decir que se han cumplido las predicciones que hacía cuando siendo una joven de 19 años miraba al mundo desde su atalaya?
Ay, ay, ay… Los deseos del ser humano no tienen fin. ¿Cuándo puede decir nadie “se han cumplido mis deseos”? Los deseos nacen, renacen, se reciclan a todas horas. Vivir es andar tras el deseo, ¿no? Pero, por otra parte, yo creo que hemos de ser capaces de mirar a nuestro pasado sin agravios y decir: “!Vaya suerte que he tenido! Las cosas que he logrado!”. Objetivamente quiero decir, que todavía estoy viva, por ejemplo. Cuando otros se han ido para siempre. Entonces, objetivamente, creo que lo que deseaba aquella joven de 19 años se ha cumplido. Pero, el que dice eso es mi lado no objetivo. El otro, y todos tenemos aquí dentro una voz —a veces incluso ochotes y orfeones— nos dice que no, que querías más, y experimentas una cierta desilusión y amargura. Pero en la vida, en gran medida, nuestros deseos no se cumplen nunca. El mío es uno de esos casos, ya que algunos proyectos se han cumplido y otros no.
Se ha dicho que su literatura es de un gran realismo. No sé si estará de acuerdo con esa apreciación…
Dicho así, no demasiado. Quiero decir que he cumplido 25 años cultivando la literatura infantil y que es imprescindible admitir que en esa andadura tiene que haber bastantes cambios. Cuando hice Txan fantasma no era consciente de que me situaba en esa corriente que llaman realismo crítico. Pero después, es así como me han clasificado e inconscientemente me situaba en ese tipo de literatura que se hacía en Europa. Pero después, en el 88-89, cuando escribí Iholdi saila, también inconscientemente, por lo visto me movía por el minimalismo. Como puede ver, las cosas cambian. En los últimos libros, Galtzerdi Suizida o Krokodiloa ohe azpian, he tocado un mundo interior y puede resultar más intimista, ya que he querido indagar en un mundo interior más problemático, pero siempre de una forma imaginativa, fantasiosa y simbólica.
He sido partidaria del realismo, conforme, pero siempre acompañando la imaginación con la fantasía, de otra forma no me hubiera divertido y, además, a los niños quizás no les hubiera gustado tanto.
Mariasun Landa y Asun Balzola… ¿qué me dice?
¡Ay, ay, Asun! ¿Qué te puedo decir? Hace dos años que nos dejó y todavía no me he consolado. Formábamos un tándem, ella ilustradora y yo escritora, ya que había algunas similitudes en nuestros trabajos; desde el punto de vista estético éramos similares y por eso mis textos casaban con su diseño… Me resulta difícil hablar de Asun Balzola porque además de ser una ilustradora excepcional era una amiga muy íntima. Creo que las dos teníamos una cierta estética común, ella en la ilustración y yo en mis textos literarios. Pero aparte de esto, éramos grandes amigas, aunque ella viviera en Madrid. En muchas ocasiones estábamos una en casa de la otra, viajábamos juntas, hablábamos de muchas cosas, nos reíamos mucho —me parece que es muy importante reir con alguien, tener esa complicidad—, en ocasiones también nos enfadábamos o nos mosqueábamos. Asun Balzola como artista era un referente para mí, sin duda, pero también como persona. Aunque todo esto era así, de repente viene la muerte y, ¡zas!, todo se rompe. Todas las muertes son difíciles de asimilar pero la repentina es terrible, porque te deja sin podértelo creer, pasa el tiempo y todavía no crees que ella no esté con nosotros…
Su trabajo, entre otros reconocimientos públicos, mereció el Premio Nacional de España en 2003, en literatura infantil y juvenil. Tres años más tarde, se encuentra entre los candidatos al Premio Hans Christian Andersen, otorgado por la IBBYk (International Board on Books for Young People), que podríamos considerar como el «pequeño Nobel» de la literatura infantil. ¿Estos reconocimientos le aportaron tranquilidad (“por fin, han aceptado que una mujer vasca pueda hacer literatura de calidad”), responsabilidad (“tengo que llegar cada vez más alto”) o ambas sensaciones?
Sí, todo se junta en el mismo puchero, ¿no te parece? Esa satisfacción por el reconocimiento y, por otra parte, la autoexigencia se hace mayor, y en ocasiones se convierte en bloqueo. Por otra parte y tal como te mencionaba al principio, en cierta medida una se dice: “Hasta aquí he llegado, vamos a probar otros caminos”. Para mí, como decía, escribir, a fin de cuentas, es una aventura de mi gusto y esto exige otros caminos y otros retos. Sí, el reconocimiento, de todas formas, yo creo que resulta necesario.
¿Estos reconocimientos han cambiado en algo su forma de vida?
Cambiar, en un sentido importante… no.
Me refería a la sistematización del trabajo…
Entonces, sí… Diría que la agenda se me ha llenado, que recibo más correos electrónicos y, sobre todo, que el premio nacional, quizás, tambíen me proporcionó la oportunidad de moverme fuera de aquí. Estuve en Honduras con Jordi Sierra i Fabra o en Marruecos, en Casablanca. Tengo la sensación, con el escritor Martin Garzo, de que todos estos reconocimientos abren algunas ventanas. Sacas la cabeza por esas ventanas y lo que ves quizás te guste quizás no.
Yo diría que, en mi caso al menos, al tener la nómina mensual asegurada por otra parte, la literatura todavía es para mí un espacio de libertad y de aventura. Y quisiera que continuara siéndolo. Los reconocimientos muchas veces te obligan a escribir casi, casi de una forma mecánica. Escribir de oficio me parece muy bien, pero seguir adelante por medio de repeticiones de tus propios trabajos no es saludable. Suele haber tentaciones y a veces caemos en esas tentaciones —¿por qué no decirlo?— pero yo prefiero explorar nuevos espacios. Cuando empecé esta narración autobiográfica fue, en gran medida, porque me sentía como si hubiera llegado a un cierto tope en la literatura infantil y juvenil. Y con esto no quiero decir que no vaya a trabajar más en este terreno de la literatura infantil y juvenil; eso no, de ninguna forma, pero quería probar otros caminos. Ser candidata al Premio Andersen está muy bien… Piensa que España en realidad ha conseguido un único Premio Andersen, “Marcelino pan y vino”, en 1968. Que yo lo consiguiera resultaba casi imposible. Pero ser candidata me ha alegrado, sobre todo porque ello supone que ha habido consenso entre la literatura infantil y juvenil de Cataluña, Galicia y España. A nivel de estado se consensuó que fuera yo la candidata y eso es un auténtico reconocimiento.
Ha mencionado que le agrada la exploración de nuevos caminos literarios. A mí también me sucede lo mismo y me he empeñado en buscar espacios. Y cuando me he dedicado al terreno de la creación literaria, a preparar una novela, una vez finalizado el texto me he quedado extenuado, como si estuviera vacío psicológicamente…
A mí me parece que eso es absolutamente normal. Eso que mencionas lo he sentido yo ahora, con una narración más larga. Dos o tres años moviéndome en torno a la misma, no sé cuántas horas metidas. ¡Jesús! Y las pruebas y vuelta a imprimir, llega un momento en que casi se odia el texto, ¿no? Y una se dice: “vade retro, aléjate de mí” Y cuando ha salido de la imprenta he tenido las sensación de un vacío fatigoso. Y sobre todo ves tu interior como algo estéril. Ese ámbito del creador se queda como agotado…
Oiga, por curiosidad, cuándo escribe literatura infantil, ¿lo hace por la mañana o por la noche?
Bueno, en eso también hemos ido envejeciendo todos estos años, porque yo de joven… la noche era para mí, era un ave nocturna en ese sentido, la noche abría sus hermosas puertas y la noche era mi tiempo de trabajo. Pero ahora no, de noche estoy muy cansada y tengo la cabeza muy ocupada, y quizás necesite de esa frescura de la mañana para escribir. Creo que ésa es la factura que nos pasa el tiempo.
No seguiremos por ese camino, por si acaso. Mariasun, usted ha mencionado anteriormente al fantasma Txan y con seguridad éste será uno de sus personajes más conocidos. ¿Pero ha percibido a su alrededor algún otro fantasma en alguna ocasión?
Los fantasmas que he percibido no se encuentran fuera sino en mi interior. Y tal como los hay en mi interior, también sé que se encuentran en los demás. Otra cosa es que los demás lo reconozcan, y yo —en vez de reconocerlo— lo que he hecho es escribir sobre el tema. El fantasma Txan, en definitiva es la historia de una chica a falta de cariño. Falta de amor, falta de comunicación. Si reparas en esto, son temas muy recurrentes en mí y que aparecen en muchos de mis cuentos. Una sensación de soledad enorme, falta de comunicación, etcétera, esos son los auténticos fantasmas que anidan en nuestro interior. A mí no me dan miedo los fantasmas que vuelan por ahí sino los cocodrilos que tenemos dentro. Fauna interior los llamo yo, porque cuando despiertan… ¡ojo!
Hacen sufrir.
Sí, eso lo sabemos todos. Yo creo que el sufrimiento es ineludible, pero provoca situaciones bastante angustiosas para nosotros mismos. Para nosotros y también para los demás: hoy en día la depresión es el mal del siglo. Parece que, en general, la ansiedad es el mal más extendido. ¿Qué ocurre entonces? Que por lo visto están sucediendo demasiadas calamidades en nuestro interior en la lucha por vencer a todos estos fantasmas.
Usted es una mujer que participa activamente en diferentes foros, en las luchas de la mujeres… Está al tanto de la realidad actual ¿Cómo ve el panorama?
Es cierto que procuro, en la medida de lo posible, estar informada y echar una mirada al entorno y la época histórica que me han tocado vivir. Y yo pienso que han cambiado mucho las cosas desde nuestra niñez a los tiempos actuales. Parece que vivimos en otro mundo, y no ha pasado tanto tiempo. Cincuenta años no son nada desde el punto de vista histórico. Yo me pregunto ¿dónde están los valores en que me eduqué? ¿Qué ha ocurrido? ¿Adónde vamos?
Nosotros por lo menos conocíamos dos ideologías contrapuestas: capitalismo y comunismo. Ahora todo eso se ha ido al garete, y una única ideología triunfa en todas partes. El cambio mundial que esto acarrea es enorme. Lo tocante a la globalización es un tema muy amplio y profundo que nos concierne a todos, tanto desde el punto de vista económico como cultural. La globalización también acarrea una homogeneización que nos debe hacer pensar en cómo insertar en la realidad los que han sido nuestros valores. No soy yo la persona adecuada para profundizar en todo esto, pero estos tiempos son muy difíciles, especialmente para la gente de mi edad. Tiempos de una sola ideología, y no precisamente la ideología que nosotros hubiéramos deseado. Manda el neoliberalismo salvaje. La velocidad que ha cobrado el mundo y el panorama son absolutamente nuevos para nosotros. Nos ha tocado vivir un cambio enorme y estoy convencida de que nos encontramos ante una nueva época.
¿Y la función de las mujeres en todo esto?
Esa pregunta exige una respuesta extensa. En el primer mundo la influencia de las mujeres es cada vez más importante; a menudo me siento optimista. En otras ocasiones, a la vista de las muertes y malos tratos que se dan, me parece que el sexismo las va a hacer terribles todavía. Además, teniendo en cuenta la situación de las mujeres del tercer mundo… ¡qué te diría yo! Tenemos mucho que pelear todavía… para defender todos nuestros derechos y para lograr la igualdad entre todas las personas del mundo.
¿Y qué nos dice del protagonismo de la mujer en la literatura vasca?
Soy muy optimista ante el panorama actual. Veo unas cuantas jóvenes con madera de buenas escritoras, y pienso que se han educado en la igualdad desde la infancia, y que también han llegado a la universidad de la misma forma. Esa selección va a extenderse. Sí, van a surgir mujeres escritoras, cada vez más. Con todo, me parece más problemática la manera en que las mujeres nos hemos agregado al sistema literario vasco, porque entre los escritores varones existen determinadas redes, que funcionan como tales, y no sé hasta qué punto estas escritoras jóvenes serán aceptadas, si son aceptadas, y a qué precio. O si no quedarán marginadas y tendríamos que construir otras redes entre mujeres. De momento hay muchas cosas por ver.